sábado, 17 de mayo de 2008

El espejo

Acabo de romper un espejo y el castigo, según la tradición, es padecer siete años de mala suerte. Esto está bien para los que sean supersticiosos, pero a mi humana le preocupa más cómo recoger todos los fragmentos para que Noa y yo no nos lesionemos nuestras suaves almohadillas gatunas. Así que ahí anda, con el cepillo y el recogedor, buscando los pedazos en los que se ha convertido el dichoso espejito. Y muchos pensaréis que cómo han dejado a mi alcance tan delicado utensilio. Debo reconocer que me he esforzado mucho para llegar a él, porque estaba bastante alto y he tenido que desarrollar todo un plan de escalada por la estantería del salón para llegar a rozarlo con mis patitas. Lástima que el final de mi hazaña haya sido ese "¡Crash!" delator que ha alertado inmediatamente de mi fechoría a los habitantes de la casa...

Tras tanta energía invertida en planear, escalar, empujar y correr a esconderme me siento cansado y creo que lo mejor será echar una cabezadita para reponerme de esta aventura matutina...

3 comentarios:

  1. Vaya, Rumbo, menudas cosas se te ocurren... bueno, espero que haya sido un accidente después de todo.
    Para estas cosas, lo mejor es un aspirador, así te aseguras de que no queda ningún pequeño fragmento.
    Saludos,
    Tanakil.

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  2. Te aseguro que ha sido un accidente, Tanakil... Ejem, ejem

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  3. Pobrecitos... espero que no se hayan lastimado... :)
    Saluditos.. :)

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Maullidos, ronroneos e incluso bufidos. ¡Este es el lugar adecuado!

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