domingo, 25 de junio de 2017

La Gatera (sin Rumbo...)

Hoy hace dos meses. Dos meses desde que Rumbo se fue tras agotar su séptima vida luchando contra un linfoma implacable que le diagnosticaron a finales de diciembre. Algunos ya lo sabréis, otros quizá no. Y pensar que acudimos al veterinario por lo que creíamos que era un resfriado mal curado... Pero como bien dice la canción, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y tras varias pruebas y varios especialistas, en vez de regresar a casa con la típica medicación para un gato que estornuda volvimos casi en shock con un cáncer fulgurante que no nos dio ni tregua, ni cuartel, ni demasiadas opciones. Y aun así no quisimos rendirnos...

Creo que cosas como la quimio o un oncólogo nunca deberían formar parte del horizonte cotidiano de un gatete. ¿Qué narices? No deberían formar parte del horizonte de nadie. Pero desgraciadamente ahí están, al acecho, y para Rumbo y esta familia pasaron de repente a ser su día a día durante casi cuatro meses, el tiempo que aguantó mi niño en tratamiento entre revisiones, nauseas, pérdida de peso, hemorragias, dolor y constantes analíticas. No, no fue fácil, no fue agradable y a estas alturas no pretendo entrar en detalles, que lo pasado, pasado está, pero os juro que todo lo que hicimos lo hicimos por él, unidos como la familia de cinco que somos (o mejor dicho éramos...) y acompañándole hasta el final, con Noa y Elmo convertidos en enfermeros de excepción, corriendo de acá para allá en pos de la más mínima posibilidad, intentando sacar fuerzas y sonrisas de flaqueza, al menos hasta que el 25 de abril mis lágrimas perlaron los últimos latidos de su enorme corazón.

Hoy hace dos meses. No hay mucho más que añadir. Salvo que cada día sentimos su ausencia. Salvo que es increíble lo que pesa un transportín vacío o el vacío enorme que deja un pequeño gran gato. Y salvo que una Gatera de Rumbo sin Rumbo no tiene demasiado sentido... ¿Hora de decir adiós? Cuanto menos, hasta luego tras casi 9 años de un blog inspirado en y por un gato magnífico que me animó a escribir. Que me animó a ser. Que me animó a vivir. Y al que despedí con todo mi amor al sentir que se bajaba del tren de la vida hace tanto, hace tan poco... Porque su reloj, ese con el que dormía al ritmo del tic-tac delante de la ventana abierta, se nos paró aquel día y lo hizo para siempre. Y desde entonces nadie ha ocupado su cesta, en mis sueños susurro su nombre y el tiempo, al menos para nosotros, anda un poco perdido...

Gatera Rumbo Gato Adios Ternura Amor
Rumbo... Siempre, Rumbo...
Uf... Qué difícil es colgar el cartel de cerrado cuando no es por reformas. Pero bueno, llegados a este punto no queremos despedirnos sin antes agradecer vuestra cálida y grata compañía entrada tras entrada durante todos estos años, que antes de Twitter y FB nos hicisteis sentir especiales aquí, acogidos, arropados y unidos a tantos y tantos amigos que hicimos gracias a este blog, a este rinconcito gatuno con el que disfrutamos como niños. Un placer haber compartido aventuras con lectores humanos y gatunos tan grandes. Y ¿quién sabe? Quizá algún día nuestros caminos de baldosas mágicas vuelvan a cruzarse aunque siempre mejor si la musa que conjure el reencuentro es un gato. Un gato como ese que ahora nos sonríe desde algún pedacito azul del arcoíris.

¡Ronroneos y hasta la vista!

miércoles, 26 de abril de 2017

El tren...

Un tren de vapor, clásico y elegante, avanza entre los sueños de una noche de abril. El traqueteo propio del trayecto y el gorjeo característico de la máquina hacen que uno de los gatetes que viajan dentro se despierte. Somnoliento, se frota su único ojo con sus patitas naranjas y, sorprendido, mira a su alrededor.

- Pero... ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos, Noa?
- En el compartimento de un tren, Elmo.
- Y ¿por qué vamos de esta guisa? Que tú llevas vestido y bolsito de señorona, Rumbo traje y corbata y yo... ¡bombín, pajarita y monóculo! Mira qué chulo voy, je, je.
- Es que vamos ataviados con prendas victorianas, Elmo. Y según creo, viajamos en el Orient Express.
- ¡Toma ya! Y eso... ¿por qué?
- Cosas de Rumbo. Pregúntale a él.
- Rumbo, Rumbo.
¿Por qué viajamos los tres en el Orient Express? Y ¿por qué vamos vestidos así?
- Pues porque tenía derecho a un último capricho y ha sido este. Espero que no te importe.
- Vale, vale, si estoy la mar de guapetón pero... ¿se puede saber a dónde vamos?
- Corrección, Elmo. Vosotros seguís vuestro camino y espero de corazón que por mucho tiempo. En cambio yo... Yo me bajo en la próxima estación.
- ¿Cómo que te bajas?
- La próxima es mi parada, amigo.
- Pues yo me bajo contigo. ¿Tú no vienes, Noa?
- Ni tú ni yo nos bajamos aquí, Elmo, que nuestra vida sigue. En esta parada solo puede bajar Rumbo. 

El traqueteo del tren aminora al tiempo que pierde velocidad. Un silbido en la noche anuncia que la siguiente estación está cerca...

- En fin, creo que ha llegado el momento de separarnos, chicos.

Noa y Elmo lloran y los tres gatos se abrazan resumiendo en un achuchón tricolor toda una vida juntos.

- Noa, gracias por iluminar mi vida y por crecer a mi lado, por ser mi hermana y mi compañera.
- Hasta pronto, gran gato azul. Gracias por haberme cuidado todos estos años y por enseñarme que dos (hablando de gatos) siempre es mejor que uno solo.
- Y a ti, Elmo, ¿qué decirte? Que sigas siendo el gato maravilloso e inocente que eres. Y que gracias por llenar de pelos naranja mi vida.
- Pero... Rumbo... No puedes irte. ¿Qué vamos a hacer sin ti? ¿Qué voy a hacer sin ti?
- Lo siento, amigo, pero un gato se va cuando debe hacerlo y a mí me toca hacerlo ahora.
- Pero... ¿por qué? Y ¿a dónde vas sin transportín ni hatillo ni bocadillo? Si solo llevas un paraguas...
- No necesito ni maleta ni comida. Y si solo llevo un paraguas es porque es lo único que voy a necesitar hasta llegar al lugar en el que me esperan, que me temo que van a llover lágrimas y ya sabes que no me gusta mojarme el pelaje.
- Rumbo...

El tren se ha detenido completamente y el revisor anuncia la parada del Arcoíris.

Y aquí llega mi papel, que me toca aparecer en escena para acompañar con todo el dolor de mi corazón a mi pequeño gran Rumbo hasta la puerta del vagón.

- Hasta la vista, mi vida. Sin duda este ha sido un viaje maravilloso. Gracias por compartir parte del trayecto conmigo.
- Tranquila, humana. Cuídales, ¿vale? Y no tengáis prisa por llegar, que yo os estaré esperando todo lo que sea necesario y en muy buena compañía.

Y Rumbo, tras poco más de 12 años a mi lado, baja contento y confiado hasta el andén, abre su paraguas y se gira para mirarme con sus tiernos ojos color ámbar una última vez mientras el tren, ese tren que era su capricho, se pone en marcha y nos separa por lo menos hasta que volvamos a encontrarnos. Con lágrimas en los ojos, regreso al compartimento con Noa y Elmo. Y los tres, que antes fuimos cuatro, nos acurrucamos y seguimos nuestro viaje, tristes por la despedida pero inmensamente felices por haber disfrutado de su compañía, de su amistad y de su amor.

- Mamá... ¿Me puedo llevar el monóculo al mundo real? Para acordarme siempre de Rumbo, ya sabes.
- Tranquilo, peque, que con monóculo o sin él nunca le olvidarás.
- Es verdad, nunca, jamás le olvidaré...


En esta parada solo puede bajar Rumbo...

Bueno, después de tantos días luchando, resistiendo, aguantando, parece que la despedida tenía que llegar y así ha sido. Y aunque la realidad nos alcanzó ayer en torno al mediodía y fue la que fue, con sus lagrimitas, sus besos y sus arrumacos, hemos preferido regalaros un último gran viaje (que para todo lo demás siempre hay tiempo) Estad tranquilos, que aunque le acompañé yo sola, le besé en nombre de todos y él, sabiéndose tan querido, se fue sereno, relajado y en paz. Y ahora... Ahora empieza nuestra vida sin rumbo aunque con Rumbo siempre en el alma. ¿Seremos capaces? Solo hay un modo de saberlo. ¿Algún viajero quiere subir al tren? En la foto, un detalle de su manta azul, esa que le compré recién llegado a casa y que guardaré tal cual, llena de sueños, de siestas y de pelos. Y es que ¿acaso podría ser de otra manera?

Adiós, mi pequeño gran Rumbo. Te he querido, te quiero y te querré siempre. D.E.P. y que el arcoíris te sea leve.
----------